lunes, 11 de noviembre de 2013

Goethe y la música (III): El diablo en la taberna


Johann Wolfgang von Goethe fue estudiante en Leipzig, entre los años 1765 y 1768. Como todo buen estudiante, una parte de sus estudios se trasladó a las tabernas de la ciudad. No muy lejos de la Iglesia de Santo Tomás, famosa por aquel Thomaskantor que fue Johann Sebastian Bach, se encuentra la más famosa de todas ellas, la Taberna de Auerbach.


Monumento a Goethe en Leipzig

Hay referencias a esta taberna ya en el siglo XV y, en sus días de estudiante, Goethe la iba a hacer su local favorito para tomar unos vinos. Mucho tenemos que agradecer que Goethe visitara esta taberna, porque las cosas no suelen ocurrir por casualidad. Y no es causalidad que en una de sus salas hubiese dos grabados representando al mago y astrólogo Johann Georg Faust, bebiendo con unos estudiantes y haciendo rodar un barril de vino hasta la calle.

Unos años más tarde, Goethe iba a escribir su Fausto. La tragedia, primera parte, publicada en 1808, aunque ya comenzase a trabajar en ella 1770.

En esta primera parte, Mefistófeles lleva a Fausto a una taberna en la que unos estudiantes están cantando canciones subidas de tono. Es fácil adivinar a qué taberna conduce Mefistófeles a Fausto. En efecto, a la taberna de Auerbach en Leipzig. Mefistófeles se une a los estudiantes en la juerga y canta la que es la canción más conocida de la obra, a la que Beethoven, Wagner, Berlioz o Pfitzner pusieron música. Esta canción es la conocida como la Canción de la pulga (Das Flohlied).

Al finalizar la escena Mefistófeles convierte el vino de los estudiantes en fuego. Ya sabemos que el vino malo da ardor de estómago. Los estudiantes, enfurecidos, intentan atacar a Fausto y Mefistófeles, que huyen gracias a la magia del demonio.

Fausto y Mefistófeles en la Taberna de Auerbach
De todas las composiciones sobre La canción de la pulga, nos vamos a detener en una de las más interesantes, que no utiliza el poema de Goethe en su idioma original, lo hace en ruso. Pese a todo, es una de las mejores aproximaciones, junto con la de Berlioz, que tampoco está en alemán (se basa una traducción francesa de Gerard de Nerval, que más tarde incluirá en La condenación de Fausto).

Pero volvamos a nuestro ruso. El compositor no es otro que Modest Mussorgsky (1839-1881), quizá el más genial del grupo de los cinco, y a la altura de ese otro genio del siglo XIX que fue Pjotr Tchaikovsky.

De Mussorgsky ha trascendido una cierta mala fama de compositor amateur, al que su amigo Rimsky-Korsakov tenía que orquestar las obras, porque él era incapaz. Ese descrédito ha desaparecido definitivamente, al comprobar la genialidad de su Boris Godunov, obra totalmente acabada por Mussorgsky y que es muy superior en su versión original, a la embellecida por Rismky-Korsakov, que soslaya el drama del pueblo ruso, auténtico protagonista de la genial ópera.

Modest Mussorgsky en 1870


Lo que si es cierto es que Mussorgsky, militar profesional, no dedicó todo el tiempo que nos hubiera gustado a componer. Un poco lo que ocurrió con Borodin. Pero la auténtica tragedia fue que un genio de la altura de Mussorgsky tuviera una adicción al alcohol tan autodestructiva, que le llevó a la tumba con sólo cuarenta y dos años, dejando inacabadas obras tan importantes como su ópera Khovanschina.

En 1879 Mussorgsky inició un viaje por el sur de Rusia con la diva Darya Leonova (1829-1896), contralto que llegó a cantar los papeles de Vania, Una vida por el zar de Glinka o Azucena de Il trovatore de Verdi en escenarios tan importantes como el Bolshoi de Moscú o el Mariinsky de San Petersburgo. Durante ese viaje-gira de conciertos, en el que Mussorgsky era el pianista acompañante, iba a componer La canción de la pulga. Durante esa gira la canción fue estrenada por Leonova y Mussorgsky, obteniendo un éxito inmediato.

Mussorgsky compuso la obra sobre sobre la traducción al ruso del poeta Alexander Strugovshchikov (1808-1878). La música desde el principio se muestra irónica, con sutil sentido del humor, saltarina como la pulga a la que retrata. El poema nos cuenta la absurda historia de un rey que amaba a una pulga y a la que llega a nombrar ministro. Al fin y al cabo, Goethe no escribió más que una canción tabernaria y como tal la tomó Mussorgsky, que compone una canción estrófica con variaciones en cada una de las estrofas. Al llegar al final de la última, la música adquiere un tinte amenazador y las risotadas finales dejan una imagen bastante inquietante, para que no se nos olvide que es el demonio quien está cantando.
Este es el texto original en alemán y su traducción al español: 


Es war einmal ein König,
Der hatt’ einen großen Floh,
Den liebt’ er gar nicht wenig,
Als wie seinen eignen Sohn.
Da rief er seinen Schneider,
Der Schneider kam heran:
Da, miss dem Junker Kleider
Und miss ihm Hosen an! 

In Sammet und in Seide
War er nun angetan,
Hatte Bänder auf dem Kleide,
Hatt’ auch ein Kreuz daran,
Und war sogleich Minister,
Und hatt’ einen großen Stern.
Da wurden seine Geschwister
Bei Hof auch große Herrn.
Und Herrn und Fraun am Hofe,
Die waren sehr geplagt,
Die Königin und die Zofe
Gestochen und genagt,
Und durften sie nicht knicken,
Und weg sie jucken nicht.
Wir knicken und ersticken
Doch gleich, wenn einer sticht.

Goethe: Das Flohlied
  
Había una vez un rey
que tenía una gran pulga.
No era poco lo que la amaba.
Como si fuera su propia hija.
Llamó a su sastre.
el sastre allí acudió.
Al caballero tomó medidas
y le hizo calzas y vestidos.
De terciopelo y de seda
iba aquella pulga vestida,
de su traje colgaban cintas
y también una cruz.
Enseguida fuera ministro
con gran condecoración.
Llegaron a la corte sus hermanos
Y también fueron grandes señores.
Las damas y los cortesanos
sufrieron enorme fastidio.
Picaron y molestaron
a la reina y sus doncellas.
Pero aplastarlas no podían,
aunque todo les escociera.
Nosotros las aplastamos
tan pronto como una nos pica.

Goethe: Canción de la pulga

Y esta es la traducción de Alexander Strugovshchikov transliterada del cirílico: 
   
Zhil-bïl korol’, kogda-to pri nyom blokha zhila.
Blokha, blokha.
Miley rodnogo brata ona emu bïla.
Kha-kha-kha-kha-kha blokha.
Kha-kha-kha-kha-kha blokha.
Kha-kha-kha-kha-kha blokha.
Zovyot korol’ portnogo:
‘Polushay tï, churban,
Dlya druga dorogogo sshey barkhatnïy kaftan.’
Blokhe, da da khe-khe-khe-khe blokhe.
Khe-khe-khe-khe-khe kaftan,
Kha-kha-kha-kha-kha,
Kha-kha-kha blokhe kaftan.
Chtob zharko i parko blokha moya zhila,
I polnaya svoboda yey pri dvore dana.
Pri dvore khe-khe-khe-khe-khe
blokhe kha-kha-kha,
Kha-kha-kha-kha-kha-kha blokhe.
Korol’ yey san ministra
i s nim zvezdu dayot,
I s neyu i drugiye poshli vse blokhi v khod a-kha.
I samoy Koroleve i freylinam yeya
Ot blokh ne stalo mochi,
ne stalo i zhit’ya kha-kha.
I tronut’-to boyatsya ne to chtobï ikh bit’,
A mï, kto stal kusat’sya, totchas davay dushit’.
Kha-kha-kha-kha-kha kha-kha-kha,
Kha-kha-kha-kha-kha kha-kha-kha-kha,
A a-kha-kha kha-kha.

La canción de pulga de Mussorgsky se iba a popularizar a principios del siglo XX por el interés que tuvo por ella el histriónico bajo ruso Fiodor Challiapin (1873-1938) que llegó a grabarla en cuatro ocasiones. Un poco ocurrió lo mismo que con Boris Godunov, también de Mussorgsky. Chaliapin iba a hacer del personaje del zar ruso una de sus creaciones más acabadas.
Para escuchar la canción, he traído a otro histriónico bajo, poco conocido en nuestros días, el finlandés Kim Borg (1919-2000), que hizo de esta canción uno de sus éxitos. Le acompaña al piano Gerald Moore.



Y ya que hemos hablado de Chaliapin, qué mejor para cerrar esta entrada que escuchar una de las versiones de La canción de la pulga de Mussorgsky que nos ha legado, en este caso grabada en 1927.





Los estudiantes de la Taberna de Auerbach



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